Mi primer juicio.

Recuerdo como si fuera ayer mi primer juicio, fue por un asunto de menores, mi por entonces compañero de despacho no podía asistir a la vista y me pidió que lo sustituyera.

Y ahí estuve yo, preparándome concienzudamente cada detalle, viendo juicios de otros compañeros y estudiando mucho.

Cuando llegó EL DÍA tenía una mezcla rara de sentimientos, entre la euforia y los nervios, así que antes de salir de mi casa tuve la idea de ponerme la toga, sí, sé que puede sonar raro pero así fue, me puse la toga, me miré al espejo y dije Inma eres abogada y este va a ser tu día a día a partir de ahora, así que fuerza y “al toro”.

Llegué a los Juzgados con más de una hora de antelación, comprobé si íbamos en hora o con retraso en las celebraciones y aproveché para volver a hablar con mi cliente y repasar el asunto.

Recuerdo con una sonrisa en los labios como, en el momento en el que me llamaron para entrar en sala, dos de los agentes de la guardia civil encargados de la custodia del Juzgado de Menores, los cuáles me conocían de haberme visto acudir regularmente para ver juicios, me desearon suerte en lo que denominaron “mi bautizo”.

Ahora pensaréis, que al estilo holibudiense di un magnífico discurso que emocionó a la audiencia y a su señoría quien con asombro pensó que era la mejor abogada junior que había pasado por la sala de vistas..., sinceramente desconozco lo que su señoría opinó respecto a mi intervención pero afortunadamente para mi cliente llegamos a un acuerdo muy beneficioso, quedando tanto él como sus progenitores satisfechos, motivo por el cual terminamos tomando algo en una cafetería cercana.

Y esa fue la primera vez que sentí esa mirada, una mirada que me transmitía una confianza plena en mi trabajo, y cuando la recibí pensé por esto estoy aquí, por esto llevo años de preparación y estudio, este es mi sitio.

Inmaculada García Gilarte.


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