MAMÁ QUIERO SER ABOGADA

Considero que mi profesión es muy vocacional, al ser una profesión en la que hay muchos sinsabores imagino que ejercerla sin amarla debe ser una tarea de titanes.

Creo que fue en mi primer año de la Escuela de Prácticas Jurídicas (actualmente Máster en Abogacía), cuando estuvimos hablando sobre la vocación de ser abogado.  Recuerdo como tuve un flash de mi infancia y otro de mi juventud:

Yo era pequeña, tendría 6 o 7 años,  y  mi padre fue despedido de forma improcedente de la empresa en la que trabajaba. Durante todo el proceso vi la preocupación de mis padres, los escuché  hablar de abogados y de pruebas, y comencé  a imaginarme al abogado del caso como “nuestro héroe”. Era una niña, así que empecé a jugar a ser abogada, cogía una libreta de cuero que había en mi casa y planteaba “mis tesis” (cosas de críos).

Unos años después, fue una conocida compañía de teléfonos la que engañó a mis padres para que contratara sus servicios, dándose cuenta los mismos apenas unos meses después de que habían sido víctimas de un engaño.  Por aquella época yo terminaba mis estudios en el instituto y tenía que elegir una carrera universitaria, y elegí derecho con un objetivo muy claro proteger y defender los derechos e intereses de los miembros de mi familia y de todas aquellas personas que como ellos veían vulnerados sus derechos.

Al día de hoy pienso que el abogado nace y con el tiempo y una formación completa se hace. Ser abogado,  para mí,  es una actitud ante la vida.

Inmaculada García Gilarte.


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